- Dicen que vaya hacia la luz.
- ¿Por qué tienes miedo a la oscuridad?
- Porque mi corazón me lo dice.
- La oscuridad no tiene nada malo, es tu mente la que te hace temer.
- No pienso en ello e igualmente tengo miedo.
- Porque te acostumbraste a tener miedo. Te acostumbraste a creer que la luz era lo mejor. Eres inocente...
- Prefiero vivir en la ignorancia y ser feliz bajo la luz, que arriesgarme a no saber vivir a oscuras.
- La vida entonces pierde sentido. Te pierdes las sorpresas.
- Me arriesgaré.
- Ve hacia la luz entonces...
(Texto de Jorge Oliveira)
Mucho han cambiado en las
últimas décadas algunos de los conceptos que creíamos universales. Verdades
intocables y únicamente válidas. Atrás quedó el término familia como lo
conocíamos. Antes uno más uno sumaban dos y, a partir de ahí, la
famila comenzaba a crecer. Era lo lógico, lo socialmente aceptado.
Sin embargo, también existen impares, por voluntad propia o no. Cada vez son
más las mujeres que deciden ser madres sin contar con una figura paterna. Y
esta determinación, estemos de acuerdo o no, es totalmente válida. Nada que
rompa los esquemas tradicionales le provocará una infancia traumática a un niño
que, aprendiendo de lo que "ve" en casa, adquiera los valores
morales correctos para su desarrollo. Los niños absorben como
esponjas todo lo que perciben de sus progenitores. Y es ahí donde debe
haber especial cuidado: en la base de la educación, y no en el hecho
de que su estructura familiar sea lo que está socialmente establecido.
El mundo es un abanico de
inmensas posibilidades y tenemos el privilegio de poder elegir. Y aún en
ese caso, sabiendo que no todo es blanco o negro, que cada vez existen más
grises entre ambos extremos, me pregunto, ¿por qué tenemos miedo a la
oscuridad? Algún valiente respondería con una negativa inmediata. Porque
siempre hay excepciones, cada vez más. Desde niños hemos asociado ciertos términos
como luz u oscuridad a conceptos que aparentemente nada tendrían que ver. La
luz nos transmite optimismo o pureza; mientras que la oscuridad, aquello que
parece disfrazar lo real, nos produce sensación de desconfianza y temor, hasta
su representación más contundente: la muerte. Son muchos los ámbitos que han
contribuido a que conceptos tan antagónicos adquieran tales significados. La
literatura del barroco o del romanticismo tardío refleja una actitud pesimista ante la vida, a
través de textos en los que se recrean escenas nocturnas y sombrías. Hasta hoy.
¿Cuántas veces habremos oído la frase "Existe luz al final del túnel”?
Sin duda, las manifestaciones
del ser humano que más han acentuado la importancia de la simbología, han sido
de tipo religioso. Son muchas las doctrinas y muy diferentes los significados
que cada una de ellas aplica a conceptos comunes, como la muerte, que no
siempre aboca en el fin de la vida. Es numeroso el legado que, a través del
arte o la arquitectura, nos han ido dejando las civilizaciones pasadas de su
cultura religiosa y su postura ante la muerte. En la antigüedad, los egipcios
no solo creían en la vida más allá de la muerte, sino que preparaban al difunto
para su nuevo viaje introduciendo en la tumba sus pertenencias. O religiones
como el budismo o hinduismo, que creen en la reencarnación, aunque con
diferentes puntos de vista.
La religión católica,
mayoritaria en nuestro país, comparte la creencia de que la muerte no es el
final, sino al contrario. Y a pesar de ello, es curiosa la postura de un
cristiano ante la pérdida de un ser querido. De nada sirve pensar en que el
alma del difunto pasará a un estadio mejor. Es un momento de dolor y la fe
queda relegada a un segundo plano. No ocurre así en otros cultos religiosos, en
los que el ritual del difunto se convierte en una fiesta en la que no hay
cabida para las lágrimas. Son religiones en las que sus doctrinas son llevadas
a rajatabla.
De lo que no hay duda es de
que la religión católica, con la que convivimos a diario a pesar de no
compartir sus creencias, ha tenido un peso fundamental en nuestro modo de
pensar y en nuestra sociedad. La idea general de familia y muchas posturas que
mostramos ante la vida en general, vienen ligadas a ella. Cada uno de nosotros
formamos una sociedad heterogénea en continuo aumento, en la que ya no somos un
rebaño guiado por el pastor. Quizás gracias a ello nos desmarquemos de
pensamientos generalizados o simplemente nos hemos vuelto más escépticos. Sea
como sea, unos deciden avanzar hacia la luz y otros quedarse a la sombra. Puede
que tampoco se esté tan mal.
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