Se acercaba, y no parecía ser de este mundo. En mitad del silencio y una calle vacía me sentí indefensa. Solo una vez fui capaz de girar la vista, y lo que vi me dejó sin aliento. Veía la luz tan cerca pero sabía que no llegaría: era una presa fácil. Comencé a correr, sin mirar atrás, pero sus jadeos al acercarse eran insoportables… Intenté abrir la pesada puerta sin resultado. Era irónico querer entrar en una iglesia a estas alturas. Empujé cuantas veces pude hasta hacerme daño. Una mano me apretó el brazo y me separo de aquel metal oxidado. Lo tuve frente a frente. Vi sus ojos y su mirada fría como el hielo. Locura y miedo... Era rápido: apenas un grito ahogado. Después, silencio…
viernes, 21 de diciembre de 2012
viernes, 9 de noviembre de 2012
Porque te echo de menos.
El frío y
brillante acero se partió en dos. Al instante, un timbre anunciaba mi
llegada a la planta trece. Del silencio al bullicio. Comencé a caminar a través
de aquel pasillo inconfundible, de batas blancas y tensas esperas, de
inesperadas visitas y repentinas llegadas. Respiré hondo antes de entrar intentando
ocultar mi vulnerabilidad aparente. Porque sabía que hoy iba a ser
diferente: no habría un regreso a casa. Ella ya no estaba de pie,
contemplando el vacío a través de la ventana. Ya no estaba sentada en penumbra,
con su sonrisa inocente a modo de bienvenida. Ya no estaban sus ojos abiertos,
azules, de hielo, su mirada casi de niña que lo inundaba todo. Ya no.
Ahora su
piel recibía caricias, sin poder dar respuesta, en medio de un sueño profundo
presagio del definitivo. Intentando parar un reloj, detener el inexorable paso
de un tiempo en una lucha agotadora. Una enfermera anónima y entrada
en años nos regalaba sus palabras no remuneradas, su apoyo sincero. Una mujer
experimentada y, sin embargo, el brillo de sus ojos delataba que existen
situaciones en las que el
peso del oficio no sirve para nada. Porque siempre es duro ver como una
vida se apaga.
Ahora
entro en la que fue su habitación y su perfume me toca con las yemas de unos
dedos invisibles. Me está devolviendo aquellas últimas caricias no
correspondidas. Y tengo miedo a que desaparezca por completo, lentamente, como
cada recuerdo que, contra mi voluntad, se irá volviendo más borroso. Aún así,
es sorprendente como actúa el cerebro humano. Cuando una fuerza imaginaria activa
un extraño mecanismo dándole la vuelta a tus pensamientos y saca a flote algo
que había permanecido en lo más hondo: son los recuerdos con mayúsculas, los
felices, los que estaban en el olvido porque otras tristezas posteriores le
robaron su protagonismo. Y, a pesar de las lágrimas, sonrío.
Ojalá
pudiésemos cambiar el final a nuestro antojo. Como si se tratase de un guión de
cine, cerrando la película con un final, sí, pero feliz. Y en mi mente su final
sería como aquellos días infinitamente inolvidables, mucho más joven ella y más
ingenua yo, compartiendo paisaje, cena, confidencias y sonrisas cómplices.
Frente a frente nos separaban varias décadas y, sin embargo, estábamos mucho
más cerca que nunca.
lunes, 20 de agosto de 2012
Locura
"¿Serás capaz?", le reprendía su otro yo, un reflejo inerte y borroso. Pero ya era tarde. Unas voces, ahora lejanas, le habían hecho cometer el más terrible de los actos... Y sin la mínima gota de remordimiento, escuchaba como aquella voz angustiada, que se hundía por momentos, le reprochaba su locura. Cargando con el peso moral que no le correspondía, el reflejo de sí mismo se hundió hacia lo más profundo, para no volver jamás...
sábado, 18 de agosto de 2012
Sin pasado
La curiosidad mató al gato. Eso dicen. Aunque allí estaba, de
espaldas a mí e ignorando su propio pasado. Mientras tanto, yo poseía la
llave de la memoria, de la suya también. Sin tener la mínima sospecha
de la enorme carga que tenía detrás suya, sorbía un café casi
frío, observando una calle repleta de gente a través de la ventana. Distraída
en tan vago entretenimiento, apenas se interesaba por un
mundo que no paraba de dar vueltas a su alrededor.
Me
asaltaron recuerdos que habían permanecido semienterrados durante mucho tiempo,
frases sueltas pero contundentes, imágenes borrosas... Hace años todo habría
sido un sinsentido: un revoltijo de personas y situaciones sin relación
aparente, de rumores poco creíbles. Hoy todo cobra sentido. Y hoy era
precisamente el día.
Estaba
realmente hermosa. De vez en cuanto se giraba para curiosear lo que sucedía en
el exterior o para lanzar una mirada al vacío. Sonreía a la nada y era entonces
cuando la luz que penetraba a través del cristal la acariciaba con delicadeza.
No había presenciado un momento tan bello en toda mi vida.
Un martes
cualquiera me decidí a escribirle explicándole "todo". Un sobre
sin remitente llegó a sus manos convirtiendo un todo en demasiado. Porque
descubrir un buen día que tu vida es una farsa, que tus padres únicamente
representan un papel disfrazando la realidad, te sacude como si fueses un trapo
viejo hasta quedarte helada. La verdad en esta ocasión tiene un precio
extremadamente alto. Y hasta el momento en el que las palabras se agolpan
en un trozo de papel haciéndote partícipe de una historia para tí desconocida,
hasta el momento en el que llegas a dudar de tu propia existencia, lees
incrédula unas frases que se van clavando en el pecho lentamente. Empiezan las
dudas, el interés por ir más allá, las preguntas, el final que es el
principio... La verdad no puede ocultarse eternamente.
Ignoro si
ellos conocían la verdad o simplemente han sido cómplices de la mentira, si
habían llevado a cabo la adopción en condiciones legales y eran otros los
impostores, si sabían que dos hermanas habían sido separadas sin piedad alguna.
Tampoco quiero averiguarlo, porque todo lo que hasta ahora daba sentido a mi
vida acabaría congelándose por completo, incluida yo misma. Hasta hacerme
inmune.
Habían
pasado meses desde que yo recibiese una carta similar. Y ese martes cualquiera
creí necesario escribirle. Solo a veces la ignorancia nos hace felices. Pero
ella merecía saber de mi existencia: me tenía a mi. Una niña robada más... un
alma robada porque nadie le devolverá una vida que le pertenecía: la auténtica.
Me
levanté por fin. No existía músculo en mi cuerpo que permaneciese inmóvil.
Lentamente me acerqué a ella. Miles de veces imaginando un instante y ahora
pasaría al recuerdo, a ese baúl de la memoria. Apoyé tímidamente mi mano en su
hombro, temerosa de que aquel contacto físico quebrase el momento en pedazos...
Se volvió para dedicarme una sonrisa. Era la primera vez que me miraba a los
ojos. Hoy por fin todo cobra sentido. Y hoy era precisamente el día.
viernes, 3 de agosto de 2012
Recortando libertades
Llevamos
meses sufriendo un bombardeo incesante de noticias anunciando recortes. Uno
tras otro. Sanidad, educación, información… La política del gobierno actual
ataca donde más le duele a una ciudadanía que, desgradaciadamente, ya tiene
demasiadas preocupaciones. Poco puede importarle a un parado
el importe cotizado anteriormente si, cuando tiene la necesidad
de cobrar el subsidio, se encuentra a los seis meses con un recorte del 50%.
Indignante. Nos espera un futuro realmente desalentador. Si nuestros
padres y abuelos pasaron miserías y se alegraban porque vivíamos “tiempos
mejores”, nosotros tendremos que contener nuestra rabia al ver como gran
parte de las mejoras que otros han conseguido, con sudor y
lágrimas, se vayan desvaneciendo lentamente.
En medio
de una prima de riesgo que se dispara por momentos y el interminable conflicto
económico en la zona euro. Entre todo este caos informativo, aparece un titular
que nos vuelve a dejar boquiabiertos. Nuestro ministro de justicia
tiene la brillante idea de proponer una reforma en la actual ley del
aborto. Y, una vez más, nos vuelven a tocar donde más nos duele. Porque si
hace unas semanas se anunciaban recortes en la actual ley de dependencia, hoy
Gallardón planea endurecer la ley de interrupción del embarazo
pretendiendo no incluir, como venía siendo hasta el momento, los casos de
malformación en el feto. E impedir la capacidad de decisión de cada mujer,
obligando a traer a este mundo a un niño con serios e irreversibles problemas
de salud que condenarían su vida al fracaso. Por supuesto, no estoy hablando de
grados de discapacidad en niños que perfectamente puedan llevar una vida
digna, sino de malformaciones que desembocan en enfermedades sumamente
graves, haciéndole pasar un auténtico calvario. Y no hablemos del dolor,
de las intervenciones quirúrgicas, de las idas y venidas a un hospital que
se convierte en su segundo hogar. Y no mencionemos las numerosas ocasiones
en las que la vida del niño se apaga a los escasos años de nacer. Yo estoy de
acuerdo con la vida, pero así no.
Cada uno
es muy libre de opinar y, en consecuencia, de decidir. No pueden arrancarnos
ciertos derechos que han costado lo suyo. Así, sin más razones, volveremos a
leyes retrógadas y ultraconservadoras. El PP gobernará España pero mi
cuerpo lo gobierno únicamente yo. ¡Ya está bien! Aunque si nos remontamos a la
era PSOE, que reformó la ley que está vigente a día de hoy, nos daremos cuenta
de que estaba clarísimo que el gobierno actual trataría de reformar y
restringir la actual política sexual y reproductiva. Por aquel entonces el PP
llegó a decir que el número de abortos aumentaría considerablemente y que, en
muchos de los casos, las mujeres lo habrían hecho no por
decisión propia, sino coaccionadas por su familia o su situación económica. Lo
que pone en duda la capacidad de una mujer de tener criterio propio ante una
situación de este tipo. No digo más: el colmo.
En pleno
s. XXI, la era de la tecnología, de la comunicación instantánea, de la
información a tan solo un clic, nos damos cuenta de que cuanto más conocemos,
menos idea tenemos de nada. Toda información ha pasado antes por numerosos
filtros. En lo que llevamos de año, nuestro país ha sufrido importantes cambios
y eso ha provocado una gran afluencia informativa en muy poco tiempo, algo
cuidadosamente estudiado. Porque aunque estamos muy pero que muy quemados, en
seguida desviamos la atención de lo ocurrido anteriormente, aquella noticia que
era una aberración, para centrarnos en las nuevas y mucho más pesimistas. Y el
gran perjudicado es precisamente el que más lo necesita. Los recortes en
sanidad y educación son un auténtico escándalo. Todo el mundo tiene derecho a
un sistema sanitario decente, a una enseñanza digna, a un total acceso a la
cultura. Se trata de igualdad de oportunidades, y no de hacer exclusivo a una
minoría algo que nos pertenece a todos. Todo esto no es más que el comienzo.
Intentan crear una sociedad inculta pero, sobre todo, con miedo. Nos lo están
metiendo en el cuerpo, a cada minuto. Porque es mucho más fácil dominar a una
sociedad atemorizada.
Y en su
ascenso a la cumbre se suben al siguiente escalón: recortando nuestras
libertades, intentando cerrarnos la boca para decidir por nosotros. Es la mujer
quien se plantea el hecho de traer o no un hijo a este mundo. Es ella
quien decide cuándo disfrutar de la maravillosa experiencia de ser madre
sin que suponga una obligación. Que no nos prohiban nunca la capacidad de
decidir. Que no nos impongan nunca la ley del silencio.
lunes, 30 de julio de 2012
Ve hacia la luz.
- Dicen que vaya hacia la luz.
- ¿Por qué tienes miedo a la oscuridad?
- Porque mi corazón me lo dice.
- La oscuridad no tiene nada malo, es tu mente la que te hace temer.
- No pienso en ello e igualmente tengo miedo.
- Porque te acostumbraste a tener miedo. Te acostumbraste a creer que la luz era lo mejor. Eres inocente...
- Prefiero vivir en la ignorancia y ser feliz bajo la luz, que arriesgarme a no saber vivir a oscuras.
- La vida entonces pierde sentido. Te pierdes las sorpresas.
- Me arriesgaré.
- Ve hacia la luz entonces...
(Texto de Jorge Oliveira)
Mucho han cambiado en las
últimas décadas algunos de los conceptos que creíamos universales. Verdades
intocables y únicamente válidas. Atrás quedó el término familia como lo
conocíamos. Antes uno más uno sumaban dos y, a partir de ahí, la
famila comenzaba a crecer. Era lo lógico, lo socialmente aceptado.
Sin embargo, también existen impares, por voluntad propia o no. Cada vez son
más las mujeres que deciden ser madres sin contar con una figura paterna. Y
esta determinación, estemos de acuerdo o no, es totalmente válida. Nada que
rompa los esquemas tradicionales le provocará una infancia traumática a un niño
que, aprendiendo de lo que "ve" en casa, adquiera los valores
morales correctos para su desarrollo. Los niños absorben como
esponjas todo lo que perciben de sus progenitores. Y es ahí donde debe
haber especial cuidado: en la base de la educación, y no en el hecho
de que su estructura familiar sea lo que está socialmente establecido.
El mundo es un abanico de
inmensas posibilidades y tenemos el privilegio de poder elegir. Y aún en
ese caso, sabiendo que no todo es blanco o negro, que cada vez existen más
grises entre ambos extremos, me pregunto, ¿por qué tenemos miedo a la
oscuridad? Algún valiente respondería con una negativa inmediata. Porque
siempre hay excepciones, cada vez más. Desde niños hemos asociado ciertos términos
como luz u oscuridad a conceptos que aparentemente nada tendrían que ver. La
luz nos transmite optimismo o pureza; mientras que la oscuridad, aquello que
parece disfrazar lo real, nos produce sensación de desconfianza y temor, hasta
su representación más contundente: la muerte. Son muchos los ámbitos que han
contribuido a que conceptos tan antagónicos adquieran tales significados. La
literatura del barroco o del romanticismo tardío refleja una actitud pesimista ante la vida, a
través de textos en los que se recrean escenas nocturnas y sombrías. Hasta hoy.
¿Cuántas veces habremos oído la frase "Existe luz al final del túnel”?
Sin duda, las manifestaciones
del ser humano que más han acentuado la importancia de la simbología, han sido
de tipo religioso. Son muchas las doctrinas y muy diferentes los significados
que cada una de ellas aplica a conceptos comunes, como la muerte, que no
siempre aboca en el fin de la vida. Es numeroso el legado que, a través del
arte o la arquitectura, nos han ido dejando las civilizaciones pasadas de su
cultura religiosa y su postura ante la muerte. En la antigüedad, los egipcios
no solo creían en la vida más allá de la muerte, sino que preparaban al difunto
para su nuevo viaje introduciendo en la tumba sus pertenencias. O religiones
como el budismo o hinduismo, que creen en la reencarnación, aunque con
diferentes puntos de vista.
La religión católica,
mayoritaria en nuestro país, comparte la creencia de que la muerte no es el
final, sino al contrario. Y a pesar de ello, es curiosa la postura de un
cristiano ante la pérdida de un ser querido. De nada sirve pensar en que el
alma del difunto pasará a un estadio mejor. Es un momento de dolor y la fe
queda relegada a un segundo plano. No ocurre así en otros cultos religiosos, en
los que el ritual del difunto se convierte en una fiesta en la que no hay
cabida para las lágrimas. Son religiones en las que sus doctrinas son llevadas
a rajatabla.
De lo que no hay duda es de
que la religión católica, con la que convivimos a diario a pesar de no
compartir sus creencias, ha tenido un peso fundamental en nuestro modo de
pensar y en nuestra sociedad. La idea general de familia y muchas posturas que
mostramos ante la vida en general, vienen ligadas a ella. Cada uno de nosotros
formamos una sociedad heterogénea en continuo aumento, en la que ya no somos un
rebaño guiado por el pastor. Quizás gracias a ello nos desmarquemos de
pensamientos generalizados o simplemente nos hemos vuelto más escépticos. Sea
como sea, unos deciden avanzar hacia la luz y otros quedarse a la sombra. Puede
que tampoco se esté tan mal.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)