Era un
día normal, como otro cualquiera. Apenas tocaban las tres de la tarde y las
calles del centro eran un hervidero de gente. Cada ciudadano cargaba con el
peso de sus propias preocupaciones, ajeno a lo que el planeta tenía planeado.
Probablemente Junko, en algún punto geográfico, se habría parado en seco porque
acababa de recordar que debía pasar por la copistería antes de visitar a un
cliente. Probablemente la maestra Yoko habría regañado al pequeño Albert, que
se acababa de pelear en el patio con un lloroso Akiko. Probablemente Noah
habría terminado ya de hacer su maleta para regresar a Londres tras varios
meses de trabajo en la fábrica de automóviles. Tenía muchas ganas de
encontrarse con Claudia. Probablemente mucha gente, demasiada que no alcanzamos
a hacernos una mínima idea, harían su vida cotidiana, como tú y yo lo hacemos
en este mismo instante. Hasta que la madre naturaleza se encaprichó, una vez
más, y decidió poner del revés a Japón.
Civilización
acostumbrada a seísmos, Japón entrena a los suyos desde edades tempranas para
poder enfrentarse a ellos. “Llevamos esperando esto diez años”. Parece ser que
el pueblo japonés aguardaba con temor la llegada de un terremoto de tal magnitud,
aunque nunca se está preparado para semejante desastre. Lo peor es la cadena de
sucesos que llegaron a continuación. Si ya el seísmo había arrancado de cuajo
miles y miles de vidas, la ola gigante arremetió contra un pueblo ya dolido, ya
moribundo, asestándole una inesperada bofetada. Imágenes hemos visto hasta la
saciedad pero las cifras generadas han sido mucho más terroríficas: olas de
hasta 10 metros, más de 14.000 muertos…
Un país
que ya no podía esperar peores noticias, se encuentra de repente con la central
nuclear de Fukushima dañada por el desastre. Se ha repetido hasta la saciedad
que se trata de una energía limpia y segura. Sin embargo, antes de Fukushima
existió Chernobyl, Three Mile
Island, y son una prueba clara de que este tipo de energía tiene un precio
altísimo, impagable. El ser
humano, en su ingenuidad, siempre ha creído poseer el control. Y una vez más,
este planeta nos demuestra que somos pequeñas marionetas en su poder. No existe
el control absoluto ni lo existirá jamás, por mucho que los defensores de esta
energía se empeñen en trasmitirnos.
En
España, una importante cantidad de energía - en torno al 20% - es generada por
centrales nucleares. No obstante, el ser humano ha descubierto energías
renovables y aumentando sus aplicaciones a lo largo de varios años. En ellas
está, sin duda alguna, el futuro. Y en nuestra mano está el hecho de que esto
sea posible. El mundo no se cambia en dos días pero sí tiene que existir gente
dispuesta a cambiarlo.
A las
puertas de cumplir dos meses del suceso, y aunque nos siguen llegando noticias,
su interés mediático ha ido descendiendo. En su momento, este suceso se llegó a
calificar de apocalíptico y se temía por el alcance de las radiaciones en todo
el globo, alcance que no pongo en duda a pesar de las negativas, porque por
desagracia en este mundo nos venden lo que interesa vender. Sólo espero que
hagamos ejercicio de conciencia y que el legado que dejemos a nuestros hijos, a
nuestros nietos, no resulte ser el planeta altamente contaminado que va camino
de ser.