jueves, 5 de mayo de 2011

Hace apenas dos meses.

       Era un día normal, como otro cualquiera. Apenas tocaban las tres de la tarde y las calles del centro eran un hervidero de gente. Cada ciudadano cargaba con el peso de sus propias preocupaciones, ajeno a lo que el planeta tenía planeado. Probablemente Junko, en algún punto geográfico, se habría parado en seco porque acababa de recordar que debía pasar por la copistería antes de visitar a un cliente. Probablemente la maestra Yoko habría regañado al pequeño Albert, que se acababa de pelear en el patio con un lloroso Akiko. Probablemente Noah habría terminado ya de hacer su maleta para regresar a Londres tras varios meses de trabajo en la fábrica de automóviles. Tenía muchas ganas de encontrarse con Claudia. Probablemente mucha gente, demasiada que no alcanzamos a hacernos una mínima idea, harían su vida cotidiana, como tú y yo lo hacemos en este mismo instante. Hasta que la madre naturaleza se encaprichó, una vez más, y decidió poner del revés a Japón.
Civilización acostumbrada a seísmos, Japón entrena a los suyos desde edades tempranas para poder enfrentarse a ellos. “Llevamos esperando esto diez años”. Parece ser que el pueblo japonés aguardaba con temor la llegada de un terremoto de tal magnitud, aunque nunca se está preparado para semejante desastre. Lo peor es la cadena de sucesos que llegaron a continuación. Si ya el seísmo había arrancado de cuajo miles y miles de vidas, la ola gigante arremetió contra un pueblo ya dolido, ya moribundo, asestándole una inesperada bofetada. Imágenes hemos visto hasta la saciedad pero las cifras generadas han sido mucho más terroríficas: olas de hasta 10 metros, más de 14.000 muertos…
Un país que ya no podía esperar peores noticias, se encuentra de repente con la central nuclear de Fukushima dañada por el desastre. Se ha repetido hasta la saciedad que se trata de una energía limpia y segura. Sin embargo, antes de Fukushima existió Chernobyl, Three Mile Island, y son una prueba clara de que este tipo de energía tiene un precio altísimo, impagable.  El ser humano, en su ingenuidad, siempre ha creído poseer el control. Y una vez más, este planeta nos demuestra que somos pequeñas marionetas en su poder. No existe el control absoluto ni lo existirá jamás, por mucho que los defensores de esta energía se empeñen en trasmitirnos.
En España, una importante cantidad de energía - en torno al 20% - es generada por centrales nucleares. No obstante, el ser humano ha descubierto energías renovables y aumentando sus aplicaciones a lo largo de varios años. En ellas está, sin duda alguna, el futuro. Y en nuestra mano está el hecho de que esto sea posible. El mundo no se cambia en dos días pero sí tiene que existir gente dispuesta a cambiarlo.
A las puertas de cumplir dos meses del suceso, y aunque nos siguen llegando noticias, su interés mediático ha ido descendiendo. En su momento, este suceso se llegó a calificar de apocalíptico y se temía por el alcance de las radiaciones en todo el globo, alcance que no pongo en duda a pesar de las negativas, porque por desagracia en este mundo nos venden lo que interesa vender. Sólo espero que hagamos ejercicio de conciencia y que el legado que dejemos a nuestros hijos, a nuestros nietos, no resulte ser el planeta altamente contaminado que va camino de ser.