sábado, 2 de abril de 2016

En las calles sin salida no existen indicaciones.
Sólo impulsos eléctricos que nos despiertan de una descarga.
Instintos primitivos:
tan primarios como necesarios.
Adrenalina que se inyecta a sí misma
en el angosto cruce de las decisiones.
Tambalean los pensamientos coherentes
y nos seduce el miedo de la puerta disimulada.

Abajo las normativas y las guías de autoauxilio
conspirando durante nuestros segundos de espera.

Y la sorpresa se nos antoja un destino necesario.
El cambio:
tan imprescindible como la vida
y tan inherente como la Muerte.