viernes, 8 de julio de 2011

La pianista

       Encontramos estacionamiento a la primera. Increíble en pleno centro. Probablemente la mayor parte de la ciudad se encontraba en alguna playa o plaza de algún barrio, esperando al encendido de las hogueras. Eran las doce cuando llegamos al local, prácticamente vacío, en el que apenas una decena de personas esperaban el comienzo del concierto. Fue fácil reconocer a la cantante: vestido de lentejuelas negro y una diadema a modo de orejas postizas también negras. “Está muy bien. Su música es diferente”. Acababa de comprobar que su indumentaria también pretendía serlo.
Piano, violín, voz… Quizás era mucho para una misma persona. Hubo un momento desconcertante: voces que sonaban sin acompañarse del lógico movimiento de labios. Sí, claro, última tecnología alojada en un órgano que  permite grabar lo cantado hace dos minutos para repetirlo después. En este caso, me quedo con lo tradicional.
Lo que la cantante desconocía por completo era que la camarera del local, a la que había tratado con desprecio cuando le sirvió sus botellines de agua, lleva la música en su sangre y, aunque no había cruzado el charco para empaparse de las enseñanzas musicales de EEUU, había sacado mucho partido de sus clases en el conservatorio a lo largo de estos años. Tam lleva tocando el piano desde que tiene uso de razón. Desde muy pequeña, comenzó a hacer de esta afición su identidad. Sin embargo, hace varios años su vida se complicó y todas sus expectativas, sus planes de futuro, de convertir la música en su modo de vida, se truncaron. Ahora sus planes son otros. Por  eso un sentimiento de tristeza le embargó de repente. No porque la cantante y músico, una niña mimada de aparente gran currículo, le provocara una envidia sana, que en cierto modo también, sino por ver un piano en manos de alguien que no sabe sacarle el partido del que es merecedor. Mientras tanto, la cantante continuaba  con su ejercicio de malabares más propio de un hombre orquesta. Estaba más preocupada en cambiar continuamente de instrumento que en prestar realmente atención a lo que trasmitía al público.
Tam llevaba apenas un par de semanas trabando en el local, sabía que aquello era una estación de paso, o por lo menos intentaría que así fuese. La música era su vida. No el medio con el que llevarse el pan a la boca. No pudo ser, no ahora. Quizás algún día. Ojalá. Pero sí era en lo que pensaba cuando sus ojos se abrían cada mañana, y en lo último al acostarse, tras dedicarse a sí misma unas notas, muchas de su propia cosecha. Sí, el piano es y será su vida, un apéndice sin el que poder vivir. Ya ella misma lo afirma: “Pasaría hambre antes de vender mi piano”.
La cantante anunció que el concierto concluía. Aunque todos sabíamos que no: siempre vuelven a escena para cantar la última. Pero esta vez se retrasaban. Quizás la niña mimada quiso hacerse esperar más de la cuenta, o también es posible que un imprevisto le impidiese corresponder a un público impaciente. Fuese lo que fuese, comenzaron los abucheos, silbidos y palabras inapropiadas. Tam reaccionó rápidamente. Puede que por sí misma, o puede que por mantener la calma entre sus clientes. Se acercó al escenario veloz, se sentó en el taburete y dirigió la vista al frente, pensativa, como si la sala estuviese vacía y no le importase que fuese el único centro de atención. En ese mismo instante Tam estaba en su burbuja. Cuántas veces le habían dicho que debía poner los pies en la tierra, que dejara de creer en ilusiones absurdas. Pero nunca hizo caso. Sus enormes ojos brillaban como nunca, ese brillo que emanaba de su rostro cuando la pasión de la música y ella formaban un todo. Y entonces comenzó. Había elegido “New Born”. Sus movimientos fueron rápidos y delicados. Sus manos delgadas partían el viento, en movimientos sutiles pero instantáneos. Poco importaba la pésima luminotecnia del escenario, el local se llenó de un halo indescriptible. El piano y ella formaban la pareja perfecta. Se complementaban. Enseguida lo comprendí todo. Enseguida comprendí que no existiría mundo habitable para ella sin poder adornarlo con música, con la suya propia.  

martes, 14 de junio de 2011

Un banco singular

Hace varios días observé algo curioso, algo que rompía la lógica del planteamiento urbano: Un banco de madera, de los que llenan nuestras calles, tapizado como si se tratase de un sofá doméstico. Esta customización no deja de sorprenderme. Hasta ahora, el grafiti era un elemento habitual del adorno público pero, como podéis comprobar, el ser humano es imprevisible. Probablemente muchos lo habréis visto. O quizás éste no sea un fenómeno aislado y se convierta en toda una tendencia. ¡Quién sabe!
       ¿El responsable de modificar este elemento público? He escuchado de todo. Incluso se ha llegado a decir que ha sido el mismo gobierno local para promocionarse en las pasadas elecciones. Lo que es totalmente absurdo: habrían escogido una tela más adecuada, ¿no? Yo soy de los que atribuyen este hecho a un grupo de octogenarios que, tras multitud de horas invertidas en dicho banco, han decidido hacerlo más cómodo y hogareño. ¿Quién no ha acumulado horas de recreo adolescente en un banco similar? Llegada la vejez, nuestros mayores se encuentran en un momento de su vida más relajado y contemplativo. Desde este banco, en medio de tertulias vespertinas, observan la vida de otros mientras se intercambian historias pasadas. Son personas que tienen mucho que contar: han vivido varias guerras y situaciones adversas que nosotros ni imaginamos.       
Así pues, este elemento ha sido muy importante. Sólo hay que echar un ojo al mundo del celuloide y ahí tenemos el ejemplo de Forrest Gump. ¿Quién no recuerda la famosa escena de “la vida es como una caja de bombones” mientras el protagonista espera en un banco? Incluso Aquí no hay quien viva dedicó un capítulo a este elemento, en el que los vecinos “cotilleaban” las situaciones que se vivían en él. Es por eso que este elemento ha dado –y seguirá dando- mucho juego. Probablemente esta sea una de las razones por la que otorgarle el nombre de "humanización" a la masiva aparición de bancos en nuestra ciudad.

jueves, 5 de mayo de 2011

Hace apenas dos meses.

       Era un día normal, como otro cualquiera. Apenas tocaban las tres de la tarde y las calles del centro eran un hervidero de gente. Cada ciudadano cargaba con el peso de sus propias preocupaciones, ajeno a lo que el planeta tenía planeado. Probablemente Junko, en algún punto geográfico, se habría parado en seco porque acababa de recordar que debía pasar por la copistería antes de visitar a un cliente. Probablemente la maestra Yoko habría regañado al pequeño Albert, que se acababa de pelear en el patio con un lloroso Akiko. Probablemente Noah habría terminado ya de hacer su maleta para regresar a Londres tras varios meses de trabajo en la fábrica de automóviles. Tenía muchas ganas de encontrarse con Claudia. Probablemente mucha gente, demasiada que no alcanzamos a hacernos una mínima idea, harían su vida cotidiana, como tú y yo lo hacemos en este mismo instante. Hasta que la madre naturaleza se encaprichó, una vez más, y decidió poner del revés a Japón.
Civilización acostumbrada a seísmos, Japón entrena a los suyos desde edades tempranas para poder enfrentarse a ellos. “Llevamos esperando esto diez años”. Parece ser que el pueblo japonés aguardaba con temor la llegada de un terremoto de tal magnitud, aunque nunca se está preparado para semejante desastre. Lo peor es la cadena de sucesos que llegaron a continuación. Si ya el seísmo había arrancado de cuajo miles y miles de vidas, la ola gigante arremetió contra un pueblo ya dolido, ya moribundo, asestándole una inesperada bofetada. Imágenes hemos visto hasta la saciedad pero las cifras generadas han sido mucho más terroríficas: olas de hasta 10 metros, más de 14.000 muertos…
Un país que ya no podía esperar peores noticias, se encuentra de repente con la central nuclear de Fukushima dañada por el desastre. Se ha repetido hasta la saciedad que se trata de una energía limpia y segura. Sin embargo, antes de Fukushima existió Chernobyl, Three Mile Island, y son una prueba clara de que este tipo de energía tiene un precio altísimo, impagable.  El ser humano, en su ingenuidad, siempre ha creído poseer el control. Y una vez más, este planeta nos demuestra que somos pequeñas marionetas en su poder. No existe el control absoluto ni lo existirá jamás, por mucho que los defensores de esta energía se empeñen en trasmitirnos.
En España, una importante cantidad de energía - en torno al 20% - es generada por centrales nucleares. No obstante, el ser humano ha descubierto energías renovables y aumentando sus aplicaciones a lo largo de varios años. En ellas está, sin duda alguna, el futuro. Y en nuestra mano está el hecho de que esto sea posible. El mundo no se cambia en dos días pero sí tiene que existir gente dispuesta a cambiarlo.
A las puertas de cumplir dos meses del suceso, y aunque nos siguen llegando noticias, su interés mediático ha ido descendiendo. En su momento, este suceso se llegó a calificar de apocalíptico y se temía por el alcance de las radiaciones en todo el globo, alcance que no pongo en duda a pesar de las negativas, porque por desagracia en este mundo nos venden lo que interesa vender. Sólo espero que hagamos ejercicio de conciencia y que el legado que dejemos a nuestros hijos, a nuestros nietos, no resulte ser el planeta altamente contaminado que va camino de ser.

viernes, 25 de marzo de 2011

Tiempo

Si hay algo que me atormenta de veras es el tiempo mal invertido. Debo decir que me ocurre a menudo. Siento como los segundos, minutos y horas pasan sin aliento. Noto una presión en mi garganta, como un par de manos invisibles que intentan ahogarme, porque siento que todo se me escapa. Mi cabeza camina a un ritmo que mi cuerpo no consigue alcanzar, sin poder obedecer a lo que mi corazón y alma le proponen.


No pierdas ni un minuto.

       A veces se comporta como un papel lleno de palabras deliciosas, dignas de ser leídas, dignas de ser escuchadas. Pero lentamente se deshace en mis manos, sin poder apenas dedicarle un instante, hasta deshacerse al fin, desapareciendo entre mis dedos.

El flujo de acontecimientos, de rutinas, de una vida que cumplir, continúa día tras día. Me gustaría hacer desaparecer algunos momentos que se hacen eternos, y es que el tiempo es caprichoso y ambiguo. Entre tanto, persiste en detenerse en momentos vacíos.
Hay instantes dichosos de ser guardados en la memoria, y queremos prolongarlos. A veces son momentos cotidianos, sin grandes pretensiones. Pero el tiempo, a su antojo, los hace más efímeros. Y me impide disfrutar de un instante que posiblemente no se repita jamás. Entonces respiro profundamente, atrapando cada aroma del momento, intentando así hacerlo inolvidable.

Espero sentada en una marquesina por un autobús que no llega, o quizás se retrasa. Mientras, las agujas del reloj continúan marcando un tiempo inexorablemente perdido. Quizás debería buscar otro camino, pienso… quizás espero un camino que nunca llegará.



Ilustración de Alba Castillo
http://www.facebook.com/#!/pages/Little-Abi/205927192780670

miércoles, 16 de marzo de 2011

Shuarma en concierto

Se  retrasó alrededor de media hora, pero valió la pena. La fábrica estaba prácticamente llena, todos esperando a que Shuarma hiciese acto de presencia.

Y empezó entonando La única opción. En un formato acústico delicioso y un directo perfecto, Shuarma no dejó indiferente a nadie, ni siquiera a los más escépticos. Como también a aquellos que apenas lo habían escuchado. No es el mismo que acostumbramos a ver en videoclips. En el escenario, su música nos hipnotiza y su humor nos conquista. Fue un concierto estupendo, entrañable, de los que te dejan un dulce sabor de boca. 

"Y me iré solo por el callejón, escondiéndome de los demás.
Quizás nadie me vea correr"
               
       En mi rinconcito de la sala supe canturrear, por lo bajín, casi todas sus canciones. Me quedo con la sensación de escuchar  Por verte pasar que, aunque no la conocía, me puso la piel de gallina. Ya en casa descubrí que pertenece a la época de Elefantes. “Déjame ser quien te cuide. Déjame hacerte soñar…” Letras claras, mensajes concisos y un arranque en su voz lleno de energía. Incluso me recordó al mismísimo Rafael cuando entonó  Piedad.

"Rumbo a ninguna parte, más que a nuestra ilusión,
rumbo a esa zona oscura, donde escondemos el corazón"

      Impresionante su versión de Billie Jean, de Michael Jackson, en un acústico tan sumamente diferente a la versión original, que resultó ser un regalo a los oídos. Despierta, La felicidad, Otra ráfaga de luz… Me hubiera encantando escuchar también Te esperaré, y aún mejor acompañado de Susu, pero supongo que era pedir mucho.  
No podía faltar Azul, con la que cerró el concierto. Y un nudo en la garganta me apretó de repente. Quizás porque la canción me emocionaba de veras, o quizás porque el concierto tocaba a su fin, y yo lo sabía.

viernes, 11 de marzo de 2011

Vender un grifo

Uno se hace ilusiones equivocadas cuando se le acerca el momento de ponerse a trabajar. Estudias un ciclo superior de Decoración con un futuro prometedor, en el que podrás poner en práctica toda tu vena creativa. Pues esto es mentira. Mientras estudiaba Interiorismo fue una etapa muy enriquecedora. Los profesores nos enseñaban aquello de la funcionalidad y el diseño unido a la ergonomía, bla bla. Pues bien, señores, me he dado cuenta de que todo es un negocio. Vale, no se rían de mi ingenuidad. Me refiero a TODO. Antes miraba a Calatrava, Jean Nouvel o sir. Foster con admiración. Ahora lo único que me sugieren es un ámbito más de compra-venta. Eso sí, no dejan de atraparme sus ingeniosos proyectos.
Aquí les dejo un ejemplo reciente, de esos que abundan a lo largo de mi vida laboral. Señora que se dirige a la tienda donde trabajo porque necesita algo tan simple como es un grifo, dado que el suyo se ha estropeado. Con muchísimo gusto le ofrezco la diversa gama que tenemos y con una sonrisa forzada aguanto su detallada descripción de cómo es su cocina, el color de los tiradores de los muebles y creo que hasta me explicó cómo eran los visillos que cubrían la ventana. En fin… eso sin contar que su hija estaba de viaje en Méjico, que tuvo que coger el autobús desde el centro y que le dolían las rodillas. Vamos a ver, señora, yo le puedo vender el grifo que usted quiera. Incluso le puedo describir cada uno si eso le agrada más, pero no tengo autorización (ni ganas, por otra parte) de ejercer de psicólogo provisional. Y por supuesto no tengo intención ninguna de aguantar las memorias de vida ajenas. A cada frase que me dice la clienta asiento, cabeza arriba y cabeza abajo, cada vez con mayor rapidez, como si eso hiciese que ella acabase antes su repertorio informativo.

Esto es lo que hay... C´est la vie... El contacto constante con el cliente, a veces nos hace perder un poco los nervios, aunque por fuera tengamos que fingir estar encantadísimos con una sonrisa de oreja a oreja. Tengo que reconocer que día a día uno se siente con menos capacidad de tener paciencia. Paciencia. Hasta la misma palabra es lenta, si hablamos rápido cuesta pronunciarla. Pero no todo es negativo, por supuesto. Siempre hay algún cliente que sí te arranca una sonrisa sincera y por el que mueves cielo y tierra cuando intentas solucionar algún problema con su reforma. Eso es finalmente lo que te da el empujoncito para soportar el resto.

lunes, 21 de febrero de 2011

Un sexo desconocido

       Ya hace unos cuantos días que la noticia irrumpió en el mundo de la moda. Andrej Pejic, de tan sólo 19 años, ha causado furor con su imagen andrógina: la ambigüedad que muestra su imagen física nos hace dudar sobre el sexo al que pertenece. Este hecho ha dado otra vuelta de tuerca a este mundo estético del que creíamos haber visto todo. La polémica está servida. Descubierto por uno de los grandes, Jean Paul Gaultier, el modelo bosnio ha protagonizado campañas de diseñadores que son iconos del mundo de la moda, e incluso ha aparecido vestido de novia, con velo y todo, cerrando un desfile, para sorpresa de muchos e indiferencia de unos pocos.


       Andrej Prejic está como pez en el agua con el impacto que su físico ha causado. Él mismo ha declarado que le han confundido con su sexo opuesto en numerosas ocasiones. Algo que, según parece, no le importa en absoluto.
Este “fenómeno” -porque lo podemos llamar así- ha irrumpido en las pasarelas con gran acogida. Aunque quizás no sea tan inesperado… Y es que llevamos algún tiempo viendo como se promulga un canon de belleza extremadamente delgado, sin curvas ni formas e incluso aspectos un tanto enfermizos. ¿Será este el ideal de belleza futuro? En un mundo lleno de artificios, se nos muestran las tendencias que se llevarán la próxima temporada. Aunque yo me aventuro a decir algo más: probablemente nos estén anticipando lo que se “llevará” en el futuro en cuanto a ser social y humano se refiere, al modo de entender uno mismo su propia condición. ¿Pero acaso no es esto arriesgar nuestra propia identidad? Jugar a lo ambiguo puede resultar negativo para nosotros, y es que debemos salvaguardar nuestra esencia misma. En un mundo lleno de clones y siguiendo aquello que se nos impone hasta la saciedad, estar entre un sexo y otro, aunque sea de manera ficticia, nos hace bailar en un limbo y no saber lo que uno es realmente.
Aunque quizás el límite lo ponemos nosotros mismos. Es nuestra decisión única y absoluta. Ahora que cada uno elige el sexo al que ama (ya era hora) y elige su modo de disfrutar del suyo propio, el traspaso entre la línea de lo femenino y lo masculino no nos debería coger por sorpresa. Pero el género humano (¿o quizás debería decir la publicidad y lo mediático?) da un paso más. Otro escalón hacia arriba en lo inesperado y novedoso. La ambigüedad sexual se impone. ¿Chico o chica? Pues depende de con qué fin. Uno puede hacer uso a su antojo de su propia opción sexual. Lo importante es tener bien claro qué somos en esencia misma.

jueves, 10 de febrero de 2011

El río

El río me susurra en silencio y yo, atenta, le escucho. Su canto armonioso alivia el dolor que se desliza sobre mi rostro en forma de lágrima. Y esa lágrima se hace inmensa al llegar al río. Y todo es dolor entonces… Aún más cuando ese espejo que posee en su superficie muestra mi triste rostro. Pero ya nada importa. A veces encuentro la soledad deseada a su lado, porque este reguero es el único que me escucha. Me quedo mirando hacia é y el ritmo de sus aguas me hipnotiza. Entonces veo que formo parte de él: siento su agradable frescor en mi rostro y su manto me arropa. Y me lleva en sus brazos… Mis ojos permanecen cerrados y aún así lo veo todo. Y siento como los árboles, que están a sus orillas, se despiden de las aguas que se van para siempre, buscando el camino hacia una muerte irremediable. Y oigo como lloran, con ese aullido del viento en sus bocas. Agitan sus pañuelos verdes. Pero el río sigue caminando hasta su fin. Entonces mis ojos se abren y mi tristeza aún sigue reflejada en el rostro del río.



martes, 8 de febrero de 2011

Más allá de la vida

Tomando una café con una buena amiga, conversábamos sobre temas de mente y espíritu, y llegamos a la misma conclusión “la energía no se destruye, sólo se transforma”. Pero esto no es más que una afirmación apoyada por la ciencia misma. ¿Será aplicable a nuestra propia energía, al motor que hace rodar todas nuestras emociones, sentimientos y nuestro comportamiento en general? Hace unos días me fui a ver la última de Clint Eastwood, Más allá de la vida. No miento si digo que si fuera de otro director, no hubiera ido a verla. Ya que el tema en sí me deja muy mal cuerpo. Pero como Clint es un director con los pies en la tierra, allá me fui. No me decepcionó en absoluto. En ningún momento la película, tratando un tema de índole paranormal, me hizo pasar miedo. Porque esa no es su intención, sino la de exponer un mensaje esperanzador exprimiendo lo bueno de la muerte –si es que lo hay- y no la mera despedida.

Algo nos espera al final del túnel?
       
La comunicación con el más allá roza la necesidad en muchos casos, es la única vía que existe para poder llegar al ser querido, y está comunicación es posible gracias a George Lonegan (Matt Damon). No creo que exista nadie que no se haya cuestionado su existencia, al menos una vez en su vida. Y es que es de curiosidad mundial. Si nadie se ha preguntado nunca ¿hay algo después de la muerte? que tire la primera piedra. Aquí nos adentramos en terreno delicado, que es el qué dirán. Marie Lelay (Cécile de France) es una mujer que ha tocado la cima profesional, es conocida mediáticamente y goza de una relación de pareja envidiable. Pero debido al tsunami de Indonesia, que sufre en sus propias carnes, su vida se encuentra con el otro lado. Roza la muerte: la palpa, la toca hasta hacerse visible. Este hecho marca un antes y un después en su vida, hasta el punto de darle más de un quebradero de cabeza. Su decisión: creer. Y aquí viene la parte crítica de la película, ya que esta decisión de Marie no es aceptada por la sociedad que le rodea, ni siquiera por su entorno más inmediato. No es políticamente correcto. Y esta crítica como telón de fondo hace cuestionar el por qué decantarnos por una postura u otra tenga tales consecuencias.
He leído duras críticas que se han realizado sobre esta película, lo cual respeto. Nunca llueve al gusto de todos. Pero también pienso que muchas de ellas son motivadas por su temática, acostumbrados a temas terrenales por parte del director. Pues bien, una película es lo que es, y en ellas el que la realiza puede liberar su creatividad hasta puntos insospechados, utilizando realidad o ficción a su antojo.
Como ya he dicho líneas atrás, el hilo argumental de esta película es poco frecuente en Eastwood. A sus ochenta años, ¿será que él mismo quien se hace esas mismas preguntas? Es una reflexión que probablemente ha tenido. A lo largo de nuestra vida, cada etapa nos saca una parte de nosotros mismos, muy diferente según el momento que estemos viviendo. Y conforme la vida se apaga, es de suponer que nuestras inquietudes, nuestras preguntas, pasen a ser otras.  
A pesar de este peso emocional, algo ha faltado para poner el broche final. Una película en la que muerte y vida se entrelazan, sentimientos conocidos y algunos por conocer… la película se queda corta en emotividad. Esperas un momento de clímax que no llega y es lo propio: el argumento así lo pide. Así que en ciertos momentos uno se queda con las ganas de más, que es quizás lo esperado desde un principio.
En cuanto a los protagonistas he de decir que su interpretación es brillante. Aun tengo en la retina esos primeros planos de Matt Damon o de Cécile de France. Sus expresiones, sus miradas son puro guión. La fotografía es además perfecta, me quedo con un momento en el que el George conversa con el niño, buscando respuestas. Existe en esa escena un juego de luz y de sombras que añade teatralidad al momento. Y a pesar de la acción lenta, con apenas momentos de dinamismo -muy propio de las películas de Clint- la trama no deja de mantener nuestra atención pendiente de lo que suceda. Y es que Clint no es novato y sabe cómo hacerlo. Muy sutilmente deja caer una imagen, un pequeño indicio que apenas se ve y ya imaginas que algo va a pasar en ese preciso instante.

sábado, 15 de enero de 2011

Y llegó Enero.

Y terminaron ya las fiestas, con sus temibles comidas y quebraderos de cabeza del tipo ¿y que le voy a regalar? es que tiene de todo… ay, tengo el estómago, estas comidas me matan. Y es, en su origen, una fiesta entrañable, con reuniones familiares y de amigos. Y como no, el Feliz año!, emana de cada boca como un suspiro. Junto con palabras llenas de propósitos y buenas intenciones, nos encontramos en medio de compromisos familiares, regalos obligados, barrigas llenas y bolsillos vacíos. La caja tonta nos inunda con un sinfín de propuestas comerciales al son de comprátelo todo y comprátelo ya!! Tras la etapa otoñal, cuya publicidad nos invitaba a coleccionar de todo (hasta rosarios de la Aurora) llegan los perfumes y los bombones de la Preysler.
Y venga para acá y para allá... Y a comprar papel de regalo en el chino, y tirarlo finalmente porque es malo que no veas. Y a encontrar el parking del centro comercial con una cola interminable, y otra cola interminable para pagar dos cositas de nada, y luego a volver a hacer cola otra vez.... Buff, ¡Santa Paciencia nos acoja!
Por circunstancias personales, este año apenas he pisado un establecimiento para comprar presentes navideños… Aún recuerdo el último perfume que regalé: numerosos estantes llenos de botecitos de cristal de diferentes colores y borrachera de olores en la nariz… que si esta es más dulce, esta es un poco más fuerte.. ay, no, que esta es como muy de señora mayor… Y a mi lado mi acompañante grita: ¿Quieres Comprar ya?! Que son colonias, ¡todas huelen bien! ¿Y que decir de los menús? Cuando uno se intenta recuperar de la cena de nochebuena, toca otra comida, luego picoteo con amigos, unas cañas, vuelta al fin de año… madre mía, ¡normal que uno se canse! Que la gula es un placer pero también un pecado, sobre todo en estas fechas…

En fin, corramos un tupido velo. Con ello no os llevéis la idea equivocada de que aborrezco la Navidad, no es cierto. Simplemente me ha dado cuenta, año tras año, que al final se convierte en unos días puramente comerciales. Eso sí, yo me quedo con la parte entrañable de estas fechas, el estar con mi gente y arroparme con los míos. Eso es con lo que yo me quedo.