viernes, 11 de marzo de 2011

Vender un grifo

Uno se hace ilusiones equivocadas cuando se le acerca el momento de ponerse a trabajar. Estudias un ciclo superior de Decoración con un futuro prometedor, en el que podrás poner en práctica toda tu vena creativa. Pues esto es mentira. Mientras estudiaba Interiorismo fue una etapa muy enriquecedora. Los profesores nos enseñaban aquello de la funcionalidad y el diseño unido a la ergonomía, bla bla. Pues bien, señores, me he dado cuenta de que todo es un negocio. Vale, no se rían de mi ingenuidad. Me refiero a TODO. Antes miraba a Calatrava, Jean Nouvel o sir. Foster con admiración. Ahora lo único que me sugieren es un ámbito más de compra-venta. Eso sí, no dejan de atraparme sus ingeniosos proyectos.
Aquí les dejo un ejemplo reciente, de esos que abundan a lo largo de mi vida laboral. Señora que se dirige a la tienda donde trabajo porque necesita algo tan simple como es un grifo, dado que el suyo se ha estropeado. Con muchísimo gusto le ofrezco la diversa gama que tenemos y con una sonrisa forzada aguanto su detallada descripción de cómo es su cocina, el color de los tiradores de los muebles y creo que hasta me explicó cómo eran los visillos que cubrían la ventana. En fin… eso sin contar que su hija estaba de viaje en Méjico, que tuvo que coger el autobús desde el centro y que le dolían las rodillas. Vamos a ver, señora, yo le puedo vender el grifo que usted quiera. Incluso le puedo describir cada uno si eso le agrada más, pero no tengo autorización (ni ganas, por otra parte) de ejercer de psicólogo provisional. Y por supuesto no tengo intención ninguna de aguantar las memorias de vida ajenas. A cada frase que me dice la clienta asiento, cabeza arriba y cabeza abajo, cada vez con mayor rapidez, como si eso hiciese que ella acabase antes su repertorio informativo.

Esto es lo que hay... C´est la vie... El contacto constante con el cliente, a veces nos hace perder un poco los nervios, aunque por fuera tengamos que fingir estar encantadísimos con una sonrisa de oreja a oreja. Tengo que reconocer que día a día uno se siente con menos capacidad de tener paciencia. Paciencia. Hasta la misma palabra es lenta, si hablamos rápido cuesta pronunciarla. Pero no todo es negativo, por supuesto. Siempre hay algún cliente que sí te arranca una sonrisa sincera y por el que mueves cielo y tierra cuando intentas solucionar algún problema con su reforma. Eso es finalmente lo que te da el empujoncito para soportar el resto.

1 comentario:

  1. Esta es la dura vida de los que nos dedicamos a estar cara el público. Considero que la gente cada vez más se preocupa de cosas que apenas deberían tener importancia y que suponen una gran perdida de tiempo. Mi pregunta es la siguiente, si una persona por comprar un grifo invierte media hora...qué pasaría si se le plantease un problema moyor?? tengo clara una cosa...que no me gustaría ser yo la persona que la atendiese, jajaja.

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