Ya hace unos cuantos días que la noticia irrumpió en el mundo de la moda. Andrej Pejic, de tan sólo 19 años, ha causado furor con su imagen andrógina: la ambigüedad que muestra su imagen física nos hace dudar sobre el sexo al que pertenece. Este hecho ha dado otra vuelta de tuerca a este mundo estético del que creíamos haber visto todo. La polémica está servida. Descubierto por uno de los grandes, Jean Paul Gaultier, el modelo bosnio ha protagonizado campañas de diseñadores que son iconos del mundo de la moda, e incluso ha aparecido vestido de novia, con velo y todo, cerrando un desfile, para sorpresa de muchos e indiferencia de unos pocos.
Andrej
Prejic está como pez en el agua con el impacto que su físico ha causado. Él
mismo ha declarado que le han confundido con su sexo opuesto en numerosas
ocasiones. Algo que, según parece, no le importa en absoluto.
Este
“fenómeno” -porque lo podemos llamar así- ha irrumpido en las pasarelas con
gran acogida. Aunque quizás no sea tan inesperado… Y es que llevamos algún
tiempo viendo como se promulga un canon de belleza extremadamente delgado, sin
curvas ni formas e incluso aspectos un tanto enfermizos. ¿Será este el ideal de
belleza futuro? En un mundo lleno de artificios, se nos muestran las tendencias
que se llevarán la próxima temporada. Aunque yo me aventuro a decir algo más:
probablemente nos estén anticipando lo que se “llevará” en el futuro en cuanto
a ser social y humano se refiere, al modo de entender uno mismo su propia
condición. ¿Pero acaso no es esto arriesgar nuestra propia identidad? Jugar a
lo ambiguo puede resultar negativo para nosotros, y es que debemos salvaguardar
nuestra esencia misma. En un mundo lleno de clones y siguiendo aquello que se
nos impone hasta la saciedad, estar entre un sexo y otro, aunque sea de manera
ficticia, nos hace bailar en un limbo y no saber lo que uno es realmente.
Aunque
quizás el límite lo ponemos nosotros mismos. Es nuestra decisión única y
absoluta. Ahora que cada uno elige el sexo al que ama (ya era hora) y elige su
modo de disfrutar del suyo propio, el traspaso entre la línea de lo femenino y
lo masculino no nos debería coger por sorpresa. Pero el género humano (¿o
quizás debería decir la publicidad y lo mediático?) da un paso más. Otro
escalón hacia arriba en lo inesperado y novedoso. La ambigüedad sexual se
impone. ¿Chico o chica? Pues depende de con qué fin. Uno puede hacer uso a su
antojo de su propia opción sexual. Lo importante es tener bien claro qué somos
en esencia misma.