Espumas azuladas a metros de distancia.
Mis dedos
no alcanzan a pellizcar sus mejillas.
Fluidas corrientes de aire
que se aproximan,
resoplando
la experiencia de los días aciagos.
Nunca pude ver una luna
en sus ojos.
Sólo serpenteantes haces de luz
que se ensanchan.
Para volver a la quietud de los sueños.
Donde quiero volar:
ese mundo
que la hienas aún no han devorado.
Recuerdo
cuando solía visitar con frecuencia la librería de mi barrio. Normalmente
llevaba en la cabeza el título del libro que iba a adquirir. Otras veces no tenía
ninguna idea concreta. Simplemente curioseaba entre los ejemplares y charlaba
con el propietario sobre lo que habíamos leído, las novedades recién salidas
del horno, para acabar confiando en su criterio. Nunca fallaba. Un librero con
el que hablar de libros, un ávido lector. Un librero con el que compartir el
mundo de los libros. Un librero que no ponía cara de "me estás hablando en
chino" al escuchar ciertos títulos. Cómo han cambiado las cosas desde
entonces. O, tal vez, cómo he cambiado yo.
La
oferta editorial es desbordante. Las novedades se agolpan unas tras otras sin
poder apenas ser digeridas como tal. Y lo peor es perderse tantas y tantas
obras. ¿Cuál elegir? Después me asalta la frustración de no haber leído lo
suficiente. Hay tanta literatura que merece la pena y se queda en un estante
cogiendo polvo. Se va muriendo. Que el objetivo de una obra es ser leída es una
obviedad. Si esto no ocurre su dignidad se va disipando y enferma sin remedio.
Si nadie abre sus páginas y se empapa de ellas y se embarca en el viaje
propuesto por el autor, ésta se verá abocada a una muerte lenta. O a un asesinato. Porque en la
literatura pasa como en la vida: siempre gana el más fuerte. Caer en el olvido
es el destino más temido para un libro y, en consecuencia, para su autor.
Para
mitigar la sensación de no perderme justo esa novela que parece escrita para mí e
intentar abarcar una ínfima parte de las lecturas que me interesan (mi lista no
hace más que crecer y crecer) y, del mismo modo que un amigo nos recomienda una
buena novela, las redes sociales funcionan exactamente igual: un lugar en el
que nuestros "amigos" virtuales comparten sus inquietudes, sus
gustos. Avatares literarios y devoradores de libros que en sólo 140 caracteres
me invitan a sumergirme en miles y miles de páginas. Hasta el día en que esa
persona a quien sigo acaba de tuitear la portada del último libro de Ian McEwan
contando maravillas sobre él. Tomo conciencia entonces de que lo voy a leer sí o
sí porque confío en su criterio. Del mismo modo que lo hacía con el librero del
barrio-de-toda-la-vida. De estas recomendaciones o búsquedas en la red han
surgido mis recientes lecturas. Algunos son autores a los que sigo fielmente y
admiro, y otros han sido todo un descubrimiento.
Ian
McEwan es
uno de los novelistas ingleses contemporáneos más importantes. Lo conocí (literariamente
y no literalmente hablando) leyendo "Operación dulce", su última
y magnífica novela, en la que se entremezclan espionaje, literatura y amor.
Como quedé con ganas de más McEwan seguí con "Expiación",
donde el autor muestra una prosa soberbia. En ella la protagonista, una niña de
trece años, vive absorta en su mundo imaginario y comete el error de mezclar éste
con la propia realidad. Esta equivocación la acompañará a lo largo de su vida
en forma de culpa y su empeño por enmendarla. "Expiación" es una obra
sublime, una novela dentro de otra novela con un final sorprendente.
El
espionaje vuelve a aparecer en “Los maletines”, de Juan Carlos Méndez
Guédez, escritor venezolano que reside en España. La novela está ambientada
en Caracas, una ciudad violenta y peligrosa. El autor hace crítica social y nos
muestra una historia llena de intriga, humor, violencia, derrotismo y
supervivencia. En una entrevista a Culturamas, el autor decía que “le
debía este libro a Caracas, decirle que la amo aunque me de mucho miedo”. “Los
maletines” es una novela negra en toda regla. Aún más que eso: Méndez Guédez
consigue de un modo espléndido crear una
atmósfera que muestra la sutil belleza que se esconde en medio de un
mundo terriblemente oscuro. Como una pequeña flor que aparece por arte de magia
en un terreno embarrado. Precisamente el autor “deseaba reflejar esa ciudad
terrible y hermosa, donde se alternan el ruido de los sapitos en los jardines
con las ráfagas de una ametralladora”. “Los maletines” ha sido una de las
novelas con las que más he disfrutado durante los últimos meses, con numerosas páginas
subrayadas con fragmentos que atesoro como una auténtica joya:
La idea, como todas las ideas peregrinas que regala la
madrugada, pareció confortarlo. Cerró los
ojos. Pensó que las paredes de la casa susurraban una melodía parpadeante, como
un susurro de viento entre los árboles. Meditó sobre la felicidad de las
tortugas, de los caracoles. Llevar la casa a cuestas. Ser concha envolvente,
cuerpo sobre cuerpo. Se fue hundiendo en el sueño. La noche giró dentro de sus
ojos, se hizo vaporosa, sutil, lento murmullo de respiraciones pausadas y
zumbidos de neveras.
Continúo con intriga literaria con dos novelas que poco tiempo duraron en mis
manos. Ambas en gallego: "Tes ata as dez", de Francisco
Castro, y "A memoria da choiva", de Pedro Feijoo. Francisco
Castro es un escritor prolífico y siempre muy presente en las redes sociales.
Coincidí con él, además, en el IV Festival Polipoético Kerouac, donde
pude disfrutar de sus versos "de contrabando", como él mismo los
denomina. Sus novelas tienen la virtud de tratar sobre temáticas muy diversas
pero manteniendo siempre su propio estilo, su sello, en cada una de ellas.
"Tes ata as dez" es una novela de ritmo trepidante y tan adictiva que
atrapa desde la primera página, deseando descubrir la resolución a todos los
enigmas que se suceden. El protagonista recibe un e-mail de su padre,
recientemente fallecido. Le escribe desde la mismísima muerte aunque el lector
-y el protagonista- saben perfectamente que esto es imposible. Lo que provoca una
irrupción de sentimientos encontrados. Una historia de misterio y también una
historia de amor. Incluso del amor paternal desde el más allá, pues la muerte no apaga las historias que desbordan
autenticidad. Francisco Castro nos regala un fascinante viaje literario lleno
de intriga y también de "náufragos que constrúen illas de palabras":
Coas palabras doulle corda ao reloxo do planeta. Coas
palabras sento nas nubes, mergúllome no teu escote e navégasme entre as coxas.
Palabras. Estou feito de palabras. Morarei e morrerei dentro delas, ben tapado,
espero, por unha ortogramática corpórea de pel amada.
"A
memoria da choiva" es la primera novela que leo de Pedro Feijoo y desde
luego no será la última. En ella, un periodista se ve inmerso en la investigación
de un brutal asesinato. Una novela en la que el autor nos regala un intrigante
entramado policial en el que los versos de Rosalía de Castro tienen un papel de
suma importancia. Una novela en la que el autor hace gala de su ingenio
narrativo y absorbe al lector hasta la última página. Decir que se trata de una novela policiaca
sería quedarme corta. Asesinato, investigación, traición, poesía y humor hacen
de "A memoria da choiva" una novela completa, de las que poseen todos
los ingredientes que la convierten en una obra magnífica. Terminé de leer esta novela cuando atravesaba un momento complicado y tuve un gran apoyo porque el amor lo puede todo. Pero siempre son difíciles los momentos de soledad y esta novela fue todo un refugio al que evadirme.
Volviendo
a la literatura en castellano, Elvira Navarro indaga en la patología
mental asociada a la precariedad laboral en "La trabajadora".
La autora enmarca la novela en el contexto social de la crisis en la que
estamos inmersos, solo que no habla de ella directamente, sino que muestra sus
consecuencias a través de los personajes. Una novela que habla de la locura y
de cómo ésta influye en la propia identidad. Ya en la primera página la
protagonista comienza a relatar su historia y lo que dice y su forma tan
directa de hacerlo no deja indiferente al lector. Una lectura muy distinta a
lo que he leído últimamente que lleva a la reflexión sobre las patologías
mentales. Sobre todo, teniendo en cuenta el momento que vivimos.
Cambiando
totalmente de temática, no puedo dejar de mencionar la novela de Timur
Vermes, "Ha vuelto". En ella, que tanta polémica ha
provocado en Alemania, el autor narra la posibilidad de un Hitler que resucita
en pleno siglo XXI. Y lo hace con gran sentido del humor satirizando a uno de
los personajes más atroces de nuestra Historia. Nadie toma en serio a Hitler.
Todo el mundo da por hecho que es un imitador más. E imitarse a sí mismo le
llevará a ser el mejor, incluso a la fama. "Ha vuelto" es una novela
divertida. Si bien es cierto que a lo largo de la obra aparecen numerosos
personajes relacionados directamente con Hitler que pueden confundir al lector,
el autor nos aclara quiénes son en sus notas finales. Merece la pena dedicarle
tiempo a esta novela: reir es un ejercicio muy sano.
En
medio de esta vorágine de lecturas llegó a mis manos "El nadador del
mar secreto", de William Kotzwinkle, una bella edición
perteneciente a la colección "Los ineludibles" de Navona Editorial.
Si bien nos encontramos ante una breve lectura -noventa páginas-, en ella se
concentra una historia conmovedora, hermosa y triste al mismo tiempo, en la que
la vida y la muerte se separan por una línea finísima. Si además tenemos en
cuenta que la historia que narra el autor refleja su propia experiencia, el
poso que deja en el lector adquiere mayor intensidad. Una obra que te remueve
por dentro. "El nadador del mar secreto" es una joya literaria, de las que recomiendas a todo el mundo. Esta
obra fue publicada por primera vez en 1975 y poco después cayó en el olvido.
Varias editoriales intentaron rescatarla posteriormente pero apenas tuvo
repercusión. Curiosamente leí hace unos días en El Cultural que esta
obra resurgió con fuerza tras la publicación de "Operación dulce".
Ian McEwan la menciona cuando la protagonista dice: "durante aquella época,
sólo logramos estar de acuerdo sobre una novela corta, de la que él tenía un
borrador encuadernado: Swimmer in the Secret Sea, de William Kotzwinkle.
Tom lo consideraba un libro de bella factura, a mí me parecía juicioso y
triste". Cuando leí "Operación dulce" no presté demasiada atención
a esta referencia y ahora me sorprende gratamente que estas dos obras leídas en
tan breve espacio de tiempo tengan esta conexión.
No
podía faltar en esta lista de lecturas la poesía. Como dice Batania
Neorrabioso,"La poesía ha vuelto y yo no tengo la culpa".
Así se titula su antología de caballos. Participó en el IV Festival
Polipoético Kerouac y fue un absoluto descubrimiento. Incluso los más escépticos
en materia poética se llevaron una sorpresa con su recital. Porquellama a las cosas por su nombre, da
forma a la indignación, la vomita. En Madrid los grafitis de Neorrabioso gritan a los cuatro
vientos rebelándose contra el sistema. Sus poemas impactan pero también
contienen grandes dosis de ironía. Dice, además, que cualquiera puede utilizar
sus poemas y copiarlos o modificarlos sin su autorización ya que no cree en la propiedad
intelectual. Tampoco pretende ganar dinero con la poesía: "Para algo que hay en
mi vida bonito, no quiero mancharlo con dinero". Aquí dos poemas
neorrabiosos:
Las fresas
Siempre le pedía fresas a mi madre
y mi madre me gritaba
las fresas en mayo las fresas
en mayo.
Y cuando mayo llegaba
yo era un bosque de fresas
y en las piernas fresas
y en las muñecas
y en el puente de la risa.
Pero desde que la ingeniería genética
ha demostrado
que las fresas antiguas se equivocaban,
tengo fresas desde enero a diciembre,
el lunes y el martes,
el miércoles
y el remiércoles
y también el 107 de abril.
Y ahora todo me es
un cansancio de fresas
y un tres por dos
y un bah
y un dejadme en paz.
Vivienda / Viviendo
Señores del gobierno infinitivo,
participiamente diputados,
díganme cómo,
dónde comer sin comiendos,
dónde soñar sin soñandos,
de qué manera,
cómo reír sin riendos,
cómo cantar sin cantandos,
cómo el amor, cómo el beso,
cómo el feliz fornicio,
señores del gobierno infinitivo,
participiamente diputados,
escuchen, atiendan al gerundiando:
Si no hay vivienda no hay comiendo.
Si no hay vivienda no hay amando.
Si no hay vivienda no hay riendo.
Si no hay vivienda no hay soñando.
Si no hay vivienda no hay viviendo.
No
quiero despedirme sin referirme a la poesía de Chantal Maillard. Una
poesía apasionante a la vez que compleja. Después de haber leído "Hilos"
y "Matar a Platón", lo cierto es que aún sigo devanándome los
sesos con algunos de sus poemas, de gran profundidad. O tal vez lo que debería
hacer es dejarme llevar por su magnetismo sin más. Quizás ni siquiera deberíamos
llamarlo poesía ni deberíamos decir que Chantal Maillard es poeta. Ella misma
dice: "No creo en la poesía como literatura, ni creo en la literatura.
Creo que hay formas de expresión que nos permiten conectar con el interior más
profundo de nuestro ser, comunicar aquello que no se comunica fácilmente, la
interioridad y las emociones, y que para eso ayuda la musicalidad de la poesía”.
La poesía no solo se lee sino que se siente. Hay que empaparse de la literatura
y que nos cale hasta los huesos.
Si
releo las líneas que he escrito aquí queda patente mi atracción por la novela
negra. Si estas además son acompañadas de paseos por mundos literarios resulta
una combinación perfecta. Me doy cuenta ahora de que empecé a interesarme por
este género gracias al librero de mi barrio. Él me recomendó, por
ejemplo, a Henning Mankell. El acto de leer es un acto de descubrir, una
apertura a un mundo nuevo sólo posible gracias a que el escritor lo recrea, lo
inventa, lo imagina. Es quien tiene el poder de decidir el transcurso de la
trama y de someterte a su obra. Pero también tiene el poder quien te ofrece el
pasaporte hacia esos viajes a través de mundos ficticios. Es cierto
que los tiempos cambian y con ellos nuestros hábitos. La tecnología
es una herramienta tremendamente útil y, sin embargo, echo de menos aquellas
conversaciones con el librero de mi barrio.