viernes, 25 de marzo de 2011

Tiempo

Si hay algo que me atormenta de veras es el tiempo mal invertido. Debo decir que me ocurre a menudo. Siento como los segundos, minutos y horas pasan sin aliento. Noto una presión en mi garganta, como un par de manos invisibles que intentan ahogarme, porque siento que todo se me escapa. Mi cabeza camina a un ritmo que mi cuerpo no consigue alcanzar, sin poder obedecer a lo que mi corazón y alma le proponen.


No pierdas ni un minuto.

       A veces se comporta como un papel lleno de palabras deliciosas, dignas de ser leídas, dignas de ser escuchadas. Pero lentamente se deshace en mis manos, sin poder apenas dedicarle un instante, hasta deshacerse al fin, desapareciendo entre mis dedos.

El flujo de acontecimientos, de rutinas, de una vida que cumplir, continúa día tras día. Me gustaría hacer desaparecer algunos momentos que se hacen eternos, y es que el tiempo es caprichoso y ambiguo. Entre tanto, persiste en detenerse en momentos vacíos.
Hay instantes dichosos de ser guardados en la memoria, y queremos prolongarlos. A veces son momentos cotidianos, sin grandes pretensiones. Pero el tiempo, a su antojo, los hace más efímeros. Y me impide disfrutar de un instante que posiblemente no se repita jamás. Entonces respiro profundamente, atrapando cada aroma del momento, intentando así hacerlo inolvidable.

Espero sentada en una marquesina por un autobús que no llega, o quizás se retrasa. Mientras, las agujas del reloj continúan marcando un tiempo inexorablemente perdido. Quizás debería buscar otro camino, pienso… quizás espero un camino que nunca llegará.



Ilustración de Alba Castillo
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miércoles, 16 de marzo de 2011

Shuarma en concierto

Se  retrasó alrededor de media hora, pero valió la pena. La fábrica estaba prácticamente llena, todos esperando a que Shuarma hiciese acto de presencia.

Y empezó entonando La única opción. En un formato acústico delicioso y un directo perfecto, Shuarma no dejó indiferente a nadie, ni siquiera a los más escépticos. Como también a aquellos que apenas lo habían escuchado. No es el mismo que acostumbramos a ver en videoclips. En el escenario, su música nos hipnotiza y su humor nos conquista. Fue un concierto estupendo, entrañable, de los que te dejan un dulce sabor de boca. 

"Y me iré solo por el callejón, escondiéndome de los demás.
Quizás nadie me vea correr"
               
       En mi rinconcito de la sala supe canturrear, por lo bajín, casi todas sus canciones. Me quedo con la sensación de escuchar  Por verte pasar que, aunque no la conocía, me puso la piel de gallina. Ya en casa descubrí que pertenece a la época de Elefantes. “Déjame ser quien te cuide. Déjame hacerte soñar…” Letras claras, mensajes concisos y un arranque en su voz lleno de energía. Incluso me recordó al mismísimo Rafael cuando entonó  Piedad.

"Rumbo a ninguna parte, más que a nuestra ilusión,
rumbo a esa zona oscura, donde escondemos el corazón"

      Impresionante su versión de Billie Jean, de Michael Jackson, en un acústico tan sumamente diferente a la versión original, que resultó ser un regalo a los oídos. Despierta, La felicidad, Otra ráfaga de luz… Me hubiera encantando escuchar también Te esperaré, y aún mejor acompañado de Susu, pero supongo que era pedir mucho.  
No podía faltar Azul, con la que cerró el concierto. Y un nudo en la garganta me apretó de repente. Quizás porque la canción me emocionaba de veras, o quizás porque el concierto tocaba a su fin, y yo lo sabía.

viernes, 11 de marzo de 2011

Vender un grifo

Uno se hace ilusiones equivocadas cuando se le acerca el momento de ponerse a trabajar. Estudias un ciclo superior de Decoración con un futuro prometedor, en el que podrás poner en práctica toda tu vena creativa. Pues esto es mentira. Mientras estudiaba Interiorismo fue una etapa muy enriquecedora. Los profesores nos enseñaban aquello de la funcionalidad y el diseño unido a la ergonomía, bla bla. Pues bien, señores, me he dado cuenta de que todo es un negocio. Vale, no se rían de mi ingenuidad. Me refiero a TODO. Antes miraba a Calatrava, Jean Nouvel o sir. Foster con admiración. Ahora lo único que me sugieren es un ámbito más de compra-venta. Eso sí, no dejan de atraparme sus ingeniosos proyectos.
Aquí les dejo un ejemplo reciente, de esos que abundan a lo largo de mi vida laboral. Señora que se dirige a la tienda donde trabajo porque necesita algo tan simple como es un grifo, dado que el suyo se ha estropeado. Con muchísimo gusto le ofrezco la diversa gama que tenemos y con una sonrisa forzada aguanto su detallada descripción de cómo es su cocina, el color de los tiradores de los muebles y creo que hasta me explicó cómo eran los visillos que cubrían la ventana. En fin… eso sin contar que su hija estaba de viaje en Méjico, que tuvo que coger el autobús desde el centro y que le dolían las rodillas. Vamos a ver, señora, yo le puedo vender el grifo que usted quiera. Incluso le puedo describir cada uno si eso le agrada más, pero no tengo autorización (ni ganas, por otra parte) de ejercer de psicólogo provisional. Y por supuesto no tengo intención ninguna de aguantar las memorias de vida ajenas. A cada frase que me dice la clienta asiento, cabeza arriba y cabeza abajo, cada vez con mayor rapidez, como si eso hiciese que ella acabase antes su repertorio informativo.

Esto es lo que hay... C´est la vie... El contacto constante con el cliente, a veces nos hace perder un poco los nervios, aunque por fuera tengamos que fingir estar encantadísimos con una sonrisa de oreja a oreja. Tengo que reconocer que día a día uno se siente con menos capacidad de tener paciencia. Paciencia. Hasta la misma palabra es lenta, si hablamos rápido cuesta pronunciarla. Pero no todo es negativo, por supuesto. Siempre hay algún cliente que sí te arranca una sonrisa sincera y por el que mueves cielo y tierra cuando intentas solucionar algún problema con su reforma. Eso es finalmente lo que te da el empujoncito para soportar el resto.