Una imagen
dice mucho por sí misma y, sin embargo, podemos encontrar tras ellas diferentes
historias. Las siguientes fotografías son de Raquel Calviño y de ellas ha
surgido este pequeño relato. Si queréis ver más mundo a través de sus ojos, no
dudéis visitar su perfil en instagram: @raquelcalvino
El aire no pesa aquí fuera. No
es viciado ni tenso. Cierro los ojos para aprovechar cada porción de oxígeno.
Muy arriba, en el piso dieciséis, una compacta bola de palabras se golpeaba de
un lado hacia otro de las paredes. Ahora se ha evaporado. Aliviada, siento las
caricias certeras de los finales agridulces en mi piel y, sin embargo, no me
importa. Mis armas quedaron en las alturas y llevo los bolsillos vacíos. Sin
embargo, siento que las cuerdas se han soltado y huelo aromas libres, no
embotellados.
"Libertad" es una
etiqueta que se vende a un precio alto en los souvenirs. Avanzados algunos
metros soy consciente de ello. Siento que mis piernas comienzan a flaquear y un
atisbo de remordimiento flota en el ambiente. Me detengo. Busco refugio en las
otras vidas que he creado para escapar de mi misma. Aquellas que no me miran a
los ojos para pronunciar reproches o sentenciar mi destino.
La vida se sucede en una
secuencia lineal de momentos. Y la mía parece no seguir ese ritmo, sino complicarse
en un bucle interminable de capítulos que no terminan nunca.
"Libertad" es una palabra ambiciosa que creí poseer muy brevemente.
Hasta qué fui consciente de que había dejado cabo sueltos. Ahora estoy en
suelo firme y no sobrevuelo las alturas. Ahora se que debo llevarlos
conmigo sin remedio.
Busco la calma en el humo.
Desearía ponerme en su lugar para desaparecer cuando el cigarrillo se consuma.
Volverme invisible para no tener que cargar con este peso a mis espaldas.
Ingenua. "Libertad" es una etiqueta que se vende cara, demasiado. Y
el hombre que permanece tendido en el suelo del piso dieciséis es la prueba más
evidente. Quizá deba tratar de convivir con este sucedáneo de libertad que yo
misma he creado.