miércoles, 23 de octubre de 2013

Ojos que no ven

Se había quedado congelada, en el tiempo y en el espacio. Un espacio tan limitado que ni siquiera era consciente de su propio auto encierro. Sabía que la puerta estaba abierta y que un abismo de posibilidades la esperaría fuera. "No quiero sorpresas", me dijo una vez. Y esas palabras retumbaron en mi mente durante días, meses, años. Me costó entender que para ella "posibilidades" significaba tirarse al vacío, que dar un paso era imposible sin sentir latir su corazón de una forma insoportable. Me costó entenderlo. Es lo que ocurre cuando chocan dos mundos distintos. Quizás sus ojos no estaban preparados para ver más allá de cuatro paredes limpias, vacías, dentro de un espacio inhóspito para cualquiera. O tal vez su alter ego invisible le cortó las alas y le quitó sus ojos para elevarlos al cielo, sustituyéndolos por otros llenos de vacuidad, carentes de la inherente facultad de ver y mirar, de observar y comprender, de la posibilidad que goza cualquier par de ojos para considerarse parte de un cuerpo autónomo. 
Intenté ayudarla. Llegué a agarrar con fuerza su mano para sacarla de ese encierro absurdo. Pero fue inútil. Ella había decidido vivir sin la incertidumbre que se tiene al caminar sin destino exacto, sin el parpadeo constante de unos ojos reales.


Microrrelato de "Los pájaros de mi cabeza", espacio que comparto con la ilustradora Lil Abi, como colaboración para "Croa magazine"http://croamagazine.es/los-pajaros-de-mi-cabeza/.


viernes, 4 de octubre de 2013

Metamorfosis

Supuse que se acercaba la muerte y me equivoqué. La cadena de adversidades no han sido más que un paso. El deterioro como mero trámite hacia una transformación. Mientras siento los gusanos retirando lo residual hasta dejar únicamente la esencia misma, observo mi estancia en el limbo de la indecisión reflejada en los ojos de otros. Esos que se atribuyen etiquetas sin pedir permiso, que ofrecen vínculos imaginarios a relaciones inexistentes. Porque no me conocen. En realidad, nadie me conoce. 
Percibo en sus caras un gesto fingido, intentando disimular su asombro, su rechazo, incluso el asco que mi nuevo yo les provoca. La sombra oscura bajo mis ojos aumenta, mi piel va adquiriendo un tono cada vez más descolorido, casi mortecino, y mi cuerpo se va desprendiendo del peso de la vida. Piensan que mermo. Qué equivocados están. Cuando observen a la mariposa batir las alas soltaré una carcajada. He de confesarte que en algún momento pensé como ellos, planteándome apresurar el final definitivo. Sin embargo, opté por la espera, rigurosa y paciente. Entre tanto, has aparecido tú, aceptando mi realidad, sin pensar que esta nueva lógica fuese descabellada. No sé qué don tienes para mirar más allá de lo simple. Es evidente, no pierdes el tiempo en banalidades. Quizás estés a un paso de comenzar este ritual necesario, quizá tú también estés a punto de sufrir una metamorfosis.


Con este relato he colaborado en la sección Creación de www.culturamas.es