Se quedan de piedra las mejillas
cuando escuchas
como se desgasta tu nombre en otros labios.
No por gusto de quien lo dice.
No hay miel en su aliento.
Solo una boca desenvainando la espada.
Qué sabrán de ti.
Tú, que calmas la locura de mi mente.
Tú, que proyectas en mí lo imposible.
Tú, que me haces cosquillas con tus sueños,
me sacias.
Tú,
que eres el quitamiedos de mis distancias.
miércoles, 13 de julio de 2016
sábado, 2 de abril de 2016
En las calles sin
salida no existen indicaciones.
Sólo impulsos eléctricos
que nos despiertan de una descarga.
tan primarios como
necesarios.
Adrenalina que se inyecta
a sí misma
en el angosto cruce de
las decisiones.
Tambalean los
pensamientos coherentes
y nos seduce el miedo de
la puerta disimulada.
Abajo las normativas y
las guías de autoauxilio
conspirando durante
nuestros segundos de espera.
Y la sorpresa se nos
antoja un destino necesario.
El cambio:
tan imprescindible como
la vida
y tan inherente como la
Muerte.
miércoles, 30 de marzo de 2016
Si alguna vez ves que me giro de repente, sin darte ninguna explicación y sin un motivo plausible, piensa que no será mi intención ignorarte. Alejarme será un daño colateral. Cojo la capa roja para cubrirme, me hago dos trenzas perfectas y pinto mis labios de un rojo intenso. No será para provocarte. Será por mi deseo de irme. Será porque el tiempo es demasiado valioso para permitir que se escape por la alcantarilla. Quiero saltar y volar. Cada vez más alto. El suelo elástico me impulsa para llegar más lejos cada vez. Para flotar de pronto sobre las nubes. Qué vida tan deliciosa estar en el cielo. Sobrepasar los horizontes para verlos desde arriba.
Ilustración de Tamara Martínez |
Mundo de gigantes
martes, 29 de marzo de 2016
Soy mi dueña
Aquí estoy. Sentada ante la pantalla y tecleando algo que borraré muy pronto mientras las ventanas, abiertas de par en par, dejan entrar el aire impaciente. Una corriente que es casi viento. Los papeles que tengo a mi alrededor quieren alzar un vuelo imaginario para escapar de su estático quehacer. Son velas bailando al ritmo del viento. Y yo creo estar en un navío y también bailo de popa a proa y me empapo del cielo azul que acaricia mis pestañas. Soy mi dueña. Viajo sin saber hacia dónde me dirijo. Ni si escapo o regreso a algún lugar del que me fui. No hay timón que dirija el rumbo. Nada de lo que depender y nada a lo que aferrarme. Toda esta incertidumbre es vida. Lo contrario, la muerte, no deja de ser una forma de quietud.
La luz metálica bosqueja suavemente la línea de flotación. El mar juega al escapismo en el casco del navío y yo juego a las adivinanzas. Soy mi dueña y me dejo llevar. He perdido el norte y no necesito encontrarlo.
La luz metálica bosqueja suavemente la línea de flotación. El mar juega al escapismo en el casco del navío y yo juego a las adivinanzas. Soy mi dueña y me dejo llevar. He perdido el norte y no necesito encontrarlo.
lunes, 14 de marzo de 2016
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