martes, 29 de marzo de 2016

Soy mi dueña


Aquí estoy. Sentada ante la pantalla y tecleando algo que borraré muy pronto mientras las ventanas, abiertas de par en par, dejan entrar el aire impaciente. Una corriente que es casi viento. Los papeles que tengo a mi alrededor quieren alzar un vuelo imaginario para escapar de su estático quehacer. Son velas bailando al ritmo del viento. Y yo creo estar en un navío y también bailo de popa a proa y me empapo del cielo azul que acaricia mis pestañas. Soy mi dueña. Viajo sin saber hacia dónde me dirijo. Ni si escapo o regreso a algún lugar del que me fui. No hay timón que dirija el rumbo. Nada de lo que depender y nada a lo que aferrarme. Toda esta incertidumbre es vida. Lo contrario, la muerte, no deja de ser una forma de quietud.

La luz metálica bosqueja suavemente la línea de flotación. El mar juega al escapismo en el casco del navío y yo juego a las adivinanzas. Soy mi dueña y me dejo llevar. He perdido el norte y no necesito encontrarlo.


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