domingo, 16 de junio de 2013

Retrato de un desconocido

La galería era un bullicio de gente. En las paredes neutras permanecían suspendidas representaciones de realidades lejanas, ecos de una guerra que aún permanecía patente y, en su mayoría, retratos profundamente evocadores. Me quedé momentáneamente estática cuando me topé con aquella fotografía de gran formato. No había dudas. El hombre que aparecía retratado era el mismo que días antes me había  abordado en plena calle. Aquel desconocido insistía en hablar conmigo y sabía mi nombre. Sin embargo, el modo en que me sujetó el brazo hasta hacerme daño engendró un temor en mí que hizo que saliese corriendo. Su semblante denotaba impasibilidad y, sin embargo, pudo absorberme los suficiente para hacerme comprender que un halo malévolo emanaba de él. Mi cuerpo cambió en las horas siguientes y un malestar profundo se negó a abandonarme.  Ese mismo día volví a verlo, en medio de una amalgama de gente en una céntrica plaza. Fue un instante breve pero incendiario. Su mirada inescrutable se clavó en mí sin mostrar el más mínimo sentimiento. Después, se desvaneció con rapidez. Hasta hoy, lo veía en medio de sombras y caras sorprendentemente similares. Desconozco si fue mi propia obsesión la que lo ubicaba en todas partes o si realmente aquel desconocido me estaba siguiendo. Puede que llegase el momento de salir de dudas. Tras despertar de mi breve ensimismamiento, observé el título de la obra: “autorretrato”. Súbitamente, mi sangre se convirtió en hielo.

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