viernes, 27 de octubre de 2017



Utilizamos de forma incorrecta el verbo tocar. En realidad, nada tocamos. La ciencia dice que los átomos que conforman nuestra realidad se aproximan y quedan a una distancia tan mínima que nosotros, incapaces de percibir el pequeño vacío, creemos que existe un contacto. Necesitamos creer que así es, para nuestra tranquilidad. Sería desolador pensar que todo, absolutamente todo a nuestro alrededor, se paraliza al intuir la cercanía de algo. O de alguien.
Entonces, ¿qué hacen tus dedos moviéndose sobre unas teclas que los repelen?, ¿qué hacen tus pies intentando inútilmente pulsar los pedales?, ¿qué tipo de brujería consigue que llenes el ambiente de notas? Así, sin que el verbo exista.

La verdad es que no tocas. La fuerza electromagnética ejerce en el tándem instrumento-compositora una suerte de lenguaje. Una comunicación ininteligible para el resto de mortales, que solo sabemos utilizar palabras comunes o frases manidas. Pero lo vuestro es distinto.

La música, ese extraordinario enigma.


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