Hay medio cuerpo reflejado en el espejo.
Parte sobrante de un desecho ausente.
Imitación que resiste, no desvanece.
Y, sin embargo,
la única parte que veo es medio labio
y mitad de aliento.
Media mirada fija e inquisitiva.
Puede que reticente.
¿Una mirada a medias es suficiente?
¿Quién es el dueño de ese ojo,
de ese medio cuerpo,
dispuesto a censurarme?
Un bucle que no cesa.
Todos los extremos descansan
tras el vidrio
y piensan
y sienten
por sí mismos.
Un desequilibrio apetecible me visita.
Me arropa, me inquieta,
me excita, me oprime.
El reflejo se vuelve bruma
y yo soy penumbra
al otro lado.
Y recuerdo.
Y no, no hay respuestas.
¿Sucedió realmente?
Mi yo volátil:
mitad imperturbable
mitad como humo.
Divididas mediante una línea recta
perfecta,
perfectísima.
Pienso entonces que mi propio reflejo,
mi medio reflejo,
parece
una versión más completa,
una verdad más absoluta
que esta mentira soluble
que descansa sobre mis pies.
No hay comentarios:
Publicar un comentario