lunes, 3 de noviembre de 2014

Quizás

Quizás hiberna en un sobre de esquinas sepias,
al fondo de un herrumbroso buzón.
La mano determinante se entretiene
con la llama entrecortada
de un encendedor.

No:
aparece de improviso,
como un puñal que se clava
hasta los cimientos.
Las puertas, cerradas.
Las ventanas, orientadas
al borde del precipicio.

Quizás deambula en el limbo
mientras no se divierte en el infierno.

Sí:
rotundidad infalible,
sin vuelta de hoja.
No hay retorno.
No se le permiten titubeos
aunque existan los vaivenes
del quizás.
Puede que tras la puerta.
Puede  
          que al otro lado del hilo.

No:
imperturbable en su sentencia.
Resuelto e insolente.
Se presenta sin permiso,
protegido por una existencia
nunca demostrada.
Malas noticias que se resignan
a sí mismas.

Quizás:
navegante despistado
que no encuentra su destino.
A la deriva y sin rumbo fijo.
Entre dos orillas:
No, sí, no, sí.
Las dudas se agitan en las profundidades,
más allá de la boca del estómago.
Fluyen
como una comida mal digerida.


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