martes, 10 de septiembre de 2013

Al borde del abismo

Centrarme en el caso me está costando demasiado. Hace varios días que llegué a este mugriento hotel, en un pueblo que los mapas parecen haber olvidado. El cansancio de las noches en vela pesa sobre mis espaldas y he olvidado mi capacidad de ver más allá de lo insignificante. El tiempo se agota y las pistas, demasiado escasas, se van desvaneciendo una tras otra, hasta confundirse con el humo que emana del cigarrillo que sostengo entre mis dedos. Ella es la culpable de todo. Ha sabido seducirme con un delicado movimiento de caderas y su mirada de aparente indiferencia. Esa mezcla de presunción y belleza ha ejercido una fuerza desmesurada sobre mí. Aunque jamás lo admitiría. Una mujer no va a subyugar mis pensamientos, ni siquiera ella. Maldita sea, ¡Marlowe nunca deja un caso sin resolver! 
Es una noche nubosa. En la penumbra de la 210, observo a través de la ventana una luna perezosa que se asoma por momentos. Algo rompe el silencio. Su inconfundible taconeo se aproxima y sé con certeza que llamará a mi puerta. Apuro un trago de mi inseparable whisky y doy una última calada mientras espero, como un condenado a muerte a punto de su ejecución. Soy consciente de que me tiene bien atado, a merced de sus deseos, y, a pesar de que mi reputación tiene los días contados, no podré evitar que la soga me asfixie. Por si las moscas, mi revólver descansa en el bolsillo de mi americana. La utilizaré en el caso de que definitivamente sucumba a sus encantos. Sólo esperó que la lucidez me asista si tengo que apretar el gatillo. 


Microrrelato para "Los pájaros de mi cabeza", espacio que comparto con la ilustradora Lil Abi en el que se entremezclan arte y literatura. 

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