lunes, 16 de septiembre de 2013

Perder la cabeza

Cuando de modo repentino, la velocidad de mis latidos se vuelve vertiginosa, sin permitir espacios en blanco, sé que ha llegado lo peor. Un zumbido retumba en mis oídos desoyendo cualquier sonido ajeno. Mi cuerpo se agarrota y los músculos ya no recuerdan cómo hacer su trabajo. Sólo entonces, la conciencia en sí misma se convierte en artículo de lujo, al que mis manos no pueden alcanzar. Mi mente comienza un frenético ritmo y los pensamientos se suceden con rapidez. Alguien se ha colado entre ellos sin ser invitado, burlando mi blindada seguridad. Y la imagen de esa persona non grata me azota. Muy lejos de irse, se agarra a mis adentros. Duele. ¿Hay algo que pueda hacer más daño que un corazón despedazado? Curar este virus pegajoso se ha vuelto tarea inútil. No tengo otra elección que rendirme, estallando en gritos enmudecidos hasta perder la cabeza. 


Microrrelato para "Los pájaros de mi cabeza", espacio que comparto con la ilustradora Lil Abi en el que se entremezclan arte y literatura. 

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