lunes, 16 de septiembre de 2013

Combinación sublime

No existen mitades ni partes incompletas. Ninguna fuerza extraordinaria ha partido en dos la fruta no prohibida, dejando dos mitades vagando hasta un posible encuentro. Ni los polos opuestos se atraen, ni somos regidos por dogmas que sentencian nuestros destinos. Es bueno saberlo. Sobre todo porque el significado del "yo" se completa. Sigue gozando de su independencia. Ya no es necesario temer a la soledad, que tan injustamente se ha labrado una fama pésima. Eso sí, otra cosa es la fuerza que otros mecanismos ejercen de un modo inexplicable. Son los mismos que hacen que los imanes se atraigan o repelan, que el agua empape la tierra y, en cambio, sea tan escurridiza en un trozo de plástico. Sustancias compatibles e incompatibles. Curiosamente, lo que nos han hecho creer de las dos mitades, en medio de tópicos deshilachados y palabras llenas de moho, adquiere de pronto nuevos matices. Cuando comprendes que tus propias leyes universales adquieren un sentido distinto e inimaginable. No nos equivoquemos, todo tenía sentido antes. Sin embargo, algo nuevo aparece en escena, algo tan lejano en el tiempo que es considerado un mito: la magia. No la de las chisteras y varitas mágicas, ni la de hombres invisibles o inmunes al filo de un cuchillo. No, esta magia se entremezcla con las leyes de la física y la química. Significa fuego y llama. Significa que han crecido mariposas en un lugar hasta entonces deshabitado. Ese sentimiento universal, tan cotizado en estos tiempos de vacío, llega cuando dos cuerpos se complementan de un modo casi perfecto. Porque uno puede estar sin el otro, aunque nos empeñamos en negarlo, pero de la mezcla entre ambos resulta una combinación sublime. De ahí lo inexplicable, porque no somos mitades y, sin embargo, como sustancias disueltas en otro, somos incapaces de separarnos.


Microrrelato para "Los pájaros de mi cabeza", espacio que comparto con la ilustradora Lil Abi en el que se entremezclan arte y literatura. 

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